Llegó el jueves. La verdad es que esta
semana no me puedo quejar porque ha sido cortita, sólo tres días.
En la oficina, he estado preparando dos
propuestas para dos posibles clientes que tenemos. Últimamente, hay varios de
estos. Es un poco frustrante porque, de 10 que se hacen, sale sólo 1 pero
bueno, hay que aprovechar que no estamos especialmente desbordados.
Por la tarde, ha venido la familia al
completo a recogerme a la oficina. He subido un momento a Miriam, que querían
verla. La pobre Leila ha estado intentando hacerle alguna gracia pero no le ha
gustado nada. Y es que a ella le van los hombres, confirmado. Allí estaba como
loca con Shakir, nuestro responsable de compras online; tanto que, al cogerla
de sus brazos, se ha enfadado.
Nos hemos ido a la playita a dar un paseo
pero hacía demasiado viento así que nos volvemos a casa antes de tiempo. Tomás
y yo hemos pasado rápido por el supermercado a comprar un par de cosas y a
casa.
Hablamos un ratillo con tía Blanca, que
está de obras en su casa. Después de banarla, darle de cenar y acostarla, nos
hemos ido a cenar a Asado. Es un restaurante argentino cerca de casa al que
quisimos ir un día a comer con mis padres pero sólo abre por las noches. En la
terracita se estaba genial y, además, tiene vistas a la fuente. La carne estaba
muy rica pero, sinceramente, tampoco nos ha impresionado mucho el sitio. Aunque
una cosa que sí nos ha gustado mucho es que, de camino a casa, nos han mandado
un SMS dándonos las gracias por haber escogido ese restaurante para cenar; es
un detalle, ¿no?
Y a dormir toca. A ver si mañana no
amanecemos demasiado temprano.
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