Esta semana se me está haciendo eterna,
de verdad. Me consuela ver que no soy la única porque Leila, una compañera,
llega todas las mañanas quejándose de lo mismo y deseando que llegue el jueves.
La mañana ha estado un poco más
tranquila; cosa que hemos aprovechado para semi-celebrar el cumpleaños de
Julia. Encargamos unos mini donuts abajo y Shakir se ha encargado de llevarla a
la sala de reuniones inventándose un marrón. Casi le pega cuando se ha dado
cuenta de que era una broma.
Para comer, he quedado con la comunidad española
de Euro y MPG, que va creciendo por momentos, ya son 4: Angel, Carlos, Miriam y
Carla, la última incorporación. Hemos comido en un tailandés muy rico cerca de
sus nuevas oficinas.
Por la tarde sí que ha sido un no parar,
entre reuniones y llamadas. Terminamos el día con una sesión de móvil a cargo
de Choueri Group, que están comercializando los SMS de una forma más razonable,
ya era hora.
Como he salido tarde, he aprovechado para
pasar a hacer una compra de cosas básicas. De vuelta a casa me ha pillado
tráfico, claro. Lo que más me molesta es lo mal que conduce aquí la gente, es
alucinante. Me pone especialmente nerviosa el que no respeten la distancia de
seguridad, les encanta ir pegados al coche de enfrente. ¡No lo puedo soportar!
Ya en casa, hemos hablado con los
abuelos, que hoy sí nos ven, menos mal. Me ha enseñado mi madre los zapatos que
le ha comprado a Miriam, para comérselos. Luego me la ha montado durante el
último biberón porque se lo quito un poco antes de terminarlo y se pone negra.
Es que, como es tan bruta, se lo bebe de una sentada y termina todos los días
con hipo.
Y el día ya no da más de sí, cenamos y
hoy me acuesto pronto mientras Osama se queda estudiando un rato.
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