Qué gusto amanecer a las 9:15. Aunque
para muchos suena a temprano, para mí es casi como levantarse a mediodía; quién
lo diría, con lo dormilona que yo soy.
Nos hemos vuelto a bajar al patio, que
hoy se está aún mejor que ayer. Miriam está aprendiendo a dar besos, aunque más
bien chupetea la mejilla. Eso sí, sólo se los da a su padre.
Se ha vuelto a poner morada de puré. He
parado porque ya me daba miedo pero ella seguía abriendo la boca. Nosotros
hemos comido temprano hoy para poder dormir una siestecita.
Nada más despertarse, nos vamos a la
playa, que hemos quedado allí con Jad, Aki, Michel y Stephanie. Nos hemos
puesto al día mientras Miriam exploraba la arena a sus anchas. Cuando he ido a
lavarle las manos en la orilla, no le ha hecho mucha gracia acercarse al agua.
Hace tiempo que no la bañamos porque por las tardes hace fresco para ella. A ver
si el fin de semana que viene nos aceramos por la mañana y así no se olvida del
agua.
Al atardecer, hemos parado a tomar algo
en María Bonita, un restaurante mexicano muy rico. Una pina colada y unos
nachos con guacamole. Hacemos merienda cena porque, después de esto, no estamos
autorizados a cenar.
La playa y el sol agotan a cualquier así
que, después de acostar a Miriam, hemos intentado ver un rato la tele sin éxito
ninguno. Así que, aunque sean cerca de las 22:00, nos vamos al sobre.
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