jueves, 4 de septiembre de 2008

Comiendo jamón en el Burj Al Arab

Llegó el jueves. Es lo único que me animaba a levantarme de la cama. No podía con mi alma. Sabía que me esperaba un día duro, pero empieza el fin de semana en cuanto salga de la oficina.

Primero la pesadilla de las creatividades para la campaña de Al Aan TV. Los click tags estaban mal implementados. Como yo no soy técnica, no sabía dónde estaba el error. Menos mal que MªLuz me ha vuelto a echar un cable.


Luego la presentación dichosa de Credit Suisse. Emma, de la oficina de Londres, me había enviado varias cosas pero, en realidad, tampoco eran de gran ayuda. Siguen faltando datos de la región, en cuanto a inversiones publicitarias, etc.

Pero el principal agobio ha sido con la campaña de buscadores de Al Aan. Todo el equipo de Google estaba en Grecia de convenció y no habían subido el presupuesto, así que no podía empezar la campaña. El cliente presionando, pero de buenas formas, menos mal. Yo llamando a Mer, de la oficina de Madrid, para ver si me podía echar un cable. Total que, al final, lo han arreglado desde Grecia, menos mal.

Ha sido un día de no parar también. Pero, antes de salir de la oficina, me llamó Javi. Resulta que, esta noche, se queda en el Burj Al Arab (el hotel de 7 estrellas), y me nos ha invitado a cenar a Dani, Sue, Osama y yo. Un lujazo.

Primero he pasado por casa para intentar charlar con mis padres. Se me ha hecho un poco tarde y sólo he podido hablar 5 minutos.

De ahí, corriendo al hotel, que ya iba tarde. Primero, el control de acceso a la carreterita que lleva a la isla donde está el hotel. Allí comprueban que tu nombre está en la lista y la matrícula del coche corresponde con la que tienen ellos registrada. Es increíble la seguridad. Entendible porque, claro, si pudiera entrar todo el mundo, no sería un hotel de 7 estrellas, sino un museo visitado por millones de turistas al día.

Lo primero que me llama la atención es que, por dentro, es un espacio abierto, sin techo. Se puede ver toda la estructura del hotel. Subiendo la escalera mecánica, se ve a ambos lados un acuario enorme lleno de peces.

La decoración, en general, bastante fea. Unos colores que chocan muchísimo, mucho azul oscuro y dorado. Cojo el ascensor al piso 20, donde estaba el marqués. A la entrada del pasillo de las habitaciones, otro control de seguridad en el que me piden un documento de identidad para quedarse con una fotocopia. Y, por supuesto, avisan al huésped de que voy camino de su habitación.

En cuanto abre la puerta, flipo con las dimensiones. Es un dúplex de 250 metros cuadrados, casi nada. En la entrada, un bar con todo tipo de zumos, una botella de Johnie Walker, cubitera con hielo, sofás, etc. Justo detrás del bar, el salón; enorme, con dos sofás amplios, una televisión de plasma por supuesto.

Al lado, el comedor, con sitio para 6 personas. Un baño de invitados, un cuarto para guardar las maletas, otro salón enorme con una mesa de billar completa y, al lado, una puerta que comunica con la cocina. Esa parte, como dice Javi, se la dejamos al mayordomo.

La parte de arriba tiene un despacho, con un portátil por supuesto, y otro saloncito. Al lado, la habitación, con un vestidor enorme y, claro, el baño con su jacuzzi.

Después de inspeccionar bien la habitación y esperar a que esuviéramos todos, nos hemos tomado un jamoncito ibérico de aperitivo. Eso no estaba incluído en el menú; lo he llevado yo, lo que me quedaba de lo que me traje de España.



Javi ha estado haciendo un truco de magia al del servicio de habitaciones, que se ha quedado de piedra, claro. Mientras tanto, nos ponían la mesa y servían la cena. Hemos picado varias cosas de aperitivo y luego dividido dos carnes entre todos. De postre, han traído una botella Magnum de champán con sus correspondientes fresas, mmmmmmmmmm.



Después de cenar, hemos estado jugando un rato al snooker. Yo he aprendido por primera vez cómo funciona el tema, las puntuaciones, los colores, etc.

Y a eso de las 3 nos hemos ido cada uno a su nido a descansar. El afortunado de Javi iba soñando con probar las 25 almohadas del menú, jajaja. La verdad es que, una vez vivida la experiencia, aunque sea a medias, he comprendido el concepto de 7 estrellas.



Este es el bar que nos encontramos nada más entrar, con su sofá y dos sillones.


Y esto es, para mí, lo que define un hotel de 7 estrellas. En lugar de las muestras de jabón y champú que encontramos en los hoteles normales, aquí te dejan un set de Hermes.
Qué lástima meterme ahora en mi estudio, se me va a hacer enano.

2 comentarios:

Lola Cellier dijo...

Hacía muchísimo que no entraba en el blog...y cual es mi sorpresa que lo primero que leo es que estás en hotelazo de 7 estrellas...no vives nada mal prima!!

A ver si mañana podemos hablar por el Messenger y me explicás

Un besazo!!

Anónimo dijo...

Hola Maria, soy Chari, que poderio lo del hotel,deb ser expectacular, con razon tiene 7 estrellas, no os privais de nada, yo me alegro, aprovechad la experiencia. Un beso.