sábado, 7 de junio de 2008

Día grande

Hoy ha sido un día redondo y muy completo. Primero, ha venido Pierre a recogerme, muy majo, para ir al banco a firmar los papeles del préstamo para el coche. Como siempre, está en la otra punta de la ciudad y sólo hay una sucursal que se encargue de estos temas. Por suerte, no hemos encontrado mucha cola así que ha sido más o menos rápido, una horita.

De ahí, a RTA para cambiar el coche de nombre y que me dieran la tarjeta de registro del coche. Eso sí nos ha costado más tiempo y hemos flipado en colores. Para empezar, hay que dejar el coche para que le hagan un pequeño test que tarda unos 10 minutos, un equivalente a nuestra ITV. Una vez obtenido los resultados, vamos al mostrador a darles todos los documentos. Problema: yo aún no tenía el seguro, pensaba hacerlo esta semana porque el suyo está vigente hasta octubre. Pues no, hay que presentar el papel del seguro a mi nombre, sino, no pueden darme la tarjeta. Aquí viene la parte graciosa. En el mismo recinto, en la cafetería de una gasolinera, hay un tipo que vende seguros. Desde fuera, no da ninguna confianza. Vamos que en España no me fiaría ni de coña. Después de ofrecerme las distintas opciones y consultarlo con Pierre (que sabe más que yo de esto) me he dado de alta en el mismo que tenía él. En 10 minutos tenía el papel del seguro y, por fin, la tarjeta del coche.

He dejado a Pierre en su casa, qué menos, y a la mía con mi cochecito nuevo.

Sorprendentemente, a las 2.30 como un clavo, ha llegado el chico a instalarme Internet. Yo ya había perdido toda esperanza, no me fiaba ni un pelo. Pero sí, ya soy una persona normal, conectada; no veía la hora. Mañana, por fin, podré charlar con mi familia tranquilamente y verles a través de la cámara web.

El primero en estrenarlo ha sido mi hermano, he estado chateando un ratillo con él. No podía parar de reírme cuando me preguntaba qué sentía al conducir un Golf porque él está enamorado del suyo. Yo le decía que estoy loca de contenta con los elevalunas eléctricos, a lo que me contestaba flipado: "María, por favor, manda narices comprarte un Golf y estar encantada sólo con los elevalunas eléctricos" jajajaja. Pero claro, es que llevo tres meses bajando la ventanilla a manopla. Cuando es la del conductor bien, pero la del copiloto me costaba horrores.

Para completar el día, nos ha invitado Osama a cenar a un restaurante Iraquí. Llevaba tiempo diciendo que teníamos que ir pero no encontrábamos el momento. Maan y él no hacían más que hablar del Quebab, que no tiene nada que ver con lo que conocemos, que se sale de toda regla, lo definen como una "experiencia totalmente espiritual". La verdad es que no se han quedado cortos, está buenísimo y eso que a mí el cordero no me hace chiste. Pero lo cocinan de una forma que queda muy suelto y tierno, buenísimo.




Otra de las cosas que estábamos deseando comer era el pescado famoso. En realidad, tenemos ganas de que nos lo haga Osama en la playa pero tenemos que esperar a que mejore el tiempo. En la foto no se ve muy bien pero el mecanismo es el siguiente: abren el pescado como un libro y lo ponen de pie frente al fuego para que se haga en su propio jugo durante media hora. Después lo envuelven en papel de plata y lo echan al fuego directamente, otra media hora. El resultado está en la otra foto. Imprescindible que sea un pescado de rio porque son más jugosos. En general, la comida Iraquí es bastante sabrosa, cocinan mucho con limón, riquísimo.

En resumen, nos hemos puesto como el quico, ¡qué manera de comer! Y estaba todo impresionante. Nos ha encantado a todos. Eso sí, después nos hemos tenido que ir al centro comercial a andar como media hora para poder digerir la megacena antes de meterse en la cama. Como fuera hace tanta humedad, la única forma de pasear es dentro de los centros comerciales. Yo he dejado el bolso en el coche por si acaso, que sino el paseo me cuesta una ruina, jajaja.

De camino a casa, hemos llamado a Maan para compartir con él lo que nos había parecido la cena. Estaban los dos muy contentos con que nos haya gustado tanto; les deba miedo que, con tanta expectación creada, al final no nos gustada la comida. Pero nada de eso, al contrario, ha sido incluso mejor de lo que nos decían.

No hay comentarios: