Tormenta de arena

Esta mañana he abierto un ojo a las 7:30, pensando que era día laborable. Cuando me he dado cuenta de que era sábado, no os podéis ni imaginar lo contenta que me he puesto. Media vuelta y a dormir otra vez hasta las 10:00, que ya he arrancado.

El plan de hoy era esperar a que terminara la filipina en casa de Osama y viniera a la mía a planchar. Al final, ha terminado muy tarde y ya no le ha dado tiempo a venir. Ya la llamaré esta semana.

He estado preparando tortilla de patatas para ir a comer a casa de Dani y Laura. Iban a venir unos amigos suyos, la que conocí en el supermercado, pero están su marido y su hijo malos y se han quedado en casa. La preparación ha sido un poco desastre porque, al darle la vuelta a la tortilla, se me ha caído un cuarto al suelo, un desastre.

Cuando íbamos a su casa, había una tormenta de arena tremenda, incluso nos ha llovido un poquito. Hacía una ventolera tremenda. Y Javi de carreras en el desierto, pobre. Habrá terminado fino el chaval.

Después de comer nos hemos hartado de reír con Ignacio, que estaba plantado como un geráneo delante de la tele, súper integrado en la película, jajaja. Con los ojos como platos.

Por la tarde, hemos ido a dar un paseo por el mall nuevo, el más grandel del mundo. Eso sí con un porcentaje de tiendas abiertas de sólo el 20%, un desastre. Dentro hay una pista de hielo enorme, para patinar; y un acuario tremendo de grande en mitad del pasillo. Hemos pasado por el túnel para ver los tiburones, muy chulo. Este mall tiene su propio zoco del oro dentro, increíble, aunque a mí me sigue gustando mucho más el de Deira.

Para salir del aparcamiento, hemos recorrido 1,5 kilómetros, que lo hemos calculado con el coche, nos podía la cusiosidad. Y ya de vuelta a casa, que estaba reventada.

Cuando he llegado a casa, que me había dejado el móvil, tenía varias llamadas perdidas, un desastre. He intentado hablar con mi prima Lola un par de veces pero hemos estado como el perro y el gato. A ver si mañana tengo más suerte.